viernes, 7 de marzo de 2014

LA BÚSQUEDA DE MIGUEL SERRANO EN INDIA



Medio siglo después de su primera edición, vuelve a imprimirse La Serpiente del Paraíso, uno de los libros más profundos e importantes de Miguel Serrano, mi padre, en el cual relata su búsqueda por las ciudades, valles, ríos sagrados, altas cumbres, templos y “ashrams” de la legendaria India. Vivió allá por diez años como un peregrino más, pero no cualquier peregrino, pues en realidad tenía la sagrada misión de encontrar el Monte Kailás en algún recóndito lugar del alto Himalaya, cercano a la frontera con el Tíbet. En el interior de ese monte estarían los Guías de la orden a la cual perteneció mi padre, quienes eran poseedores de antiguas sabidurías y las lenguas olvidadas de los atlantes, o quizás de sus antecesores.

Fue aquel un viaje místico que se realizó por el mundo exterior e interior, y aunque tuve la fortuna de acompañarlo junto a mi madre y hermanos durante un extenso periplo por esa nación, era yo demasiado joven para darme cuenta de la real importancia de su paso por India. Pero luego, con el devenir del tiempo, vendría a descubrir esta trascendencia y su “dimensión cuasi cósmica”, como se podría decir. Artículos en la prensa de Nueva Delhi, libros de swamis como Bhagwan Shree Rajneesh, lo mencionaban con profundo respeto y admiración. Fue realzado mucho más en el extranjero que en su propio país, situación que no me parece extraña conociendo ciertos rasgos muy típicos de Chile, sobre todo su tacañería intelectual.

Ahora entiendo con absoluta claridad que él fue un chileno -diplomático por añadidura-, que se identificó, como muy pocos han logrado hacerlo, con las costumbres, religión, filosofía y mitología hinduistas. Sin embargo, cuando vivíamos en India era simplemente mi padre, el hombre y el amigo a quien tanto quise, y que ahora me visita en sueños. Y regresan a mi mente aquellos viajes que realizamos juntos, como si el tiempo se hubiese detenido por unos instantes…

Recuerdo que en una ocasión nos dirigimos en automóvil hacia Rishikesh, a orillas del Ganges, puerta de entrada hacia el alto Himalaya donde residen las deidades Shiva y Vishnú. Era muy temprano por la mañana y un Sol inmenso aparecía en el horizonte para entibiar el paisaje. Pronto el calor comenzaría a caer desde el cielo, surgiendo también desde las profundidades mismas del suelo polvoriento. A esa temprana hora se observaba una caravana permanente de hombres, mujeres, camellos y carretas, desfilando por el borde del camino ante nuestros ojos atónitos. Un paisaje externo que se repetiría mil veces durante el largo peregrinaje de mi padre por India.

Ya en Rishikesh conoceríamos al Swami Sivananda y su famoso “ashram”. En anteriores visitas el Swami le había contado a mi padre sobre sus experiencias en el sagrado Kailás, mencionando que en el monte propiamente tal no había ningún monasterio habitado por seres especiales, como brahmanes y siddhas; ninguna sombra extraordinaria, ninguna luz singular emanaba desde la montaña. Aunque éstas deben haber sido palabras decepcionantes, no impidieron que mi padre continuara su búsqueda a lo largo y ancho de la India milenaria con el propósito de encontrar una entrada que le permitiera acceder a esa otra dimensión, donde él creía que habitaban los gigantes y los héroes de antaño.

Apropiado es recordar todo aquello en estos momentos, cuando se cumple un lustro desde su partida hacia las estrellas y el firmamento.


JOSÉ MIGUEL SERRANO